miércoles, 15 de febrero de 2017

UN HISTORIADOR AFORTUNADO



Tito Flavio Josefo (37 o 38 – 101 d.C) no solo fue un historiador de origen hebreo, autor de obras como  La guerra de los judíos, Antigüedades judías y Contra Apión, sino también uno de los personajes de la antigüedad con más suerte que han existido. Según se cuenta  en el año 64 acudió con una comitiva a Roma para rogar a Nerón que liberara a unos sacerdotes judíos que habían sido apresados. Pero cuando creía que el emperador estaba a punto de hacerlo fue detenido y encarcelado a la espera de que lo ejecutasen. Y cuando parecía que todo iba a cumplirse sus carceleros le sacaron a rastras de su celda diciéndole que era libre pues la esposa de Nerón, Sabina Popea, se había apiadado de él en el último instante.

Pero la cosa no queda ahí. En el año 66 cuando volvió a Jerusalén se produjo la Gran Revuelta Judía y como era hijo de una casta sacerdotal le hicieron comandante de Galilea para que aplastara a los romanos de esa zona. La rebelión solo duró seis semanas, y cuando vio que estaba a punto de ser arrollados por los romanos, él y otros cuarenta defensores huyeron y se refugiaron en la alta meseta de Masada. Allí, en un principio, quisieron seguir luchando por su independencia pero cuando vieron que era toda una quimera, decidieron matarse antes que entregarse a los romanos. Para llevar a cabo tan siniestro plan alguien pensó, tal vez nuestro protagonista, que la mejor forma era contar hasta tres personas y a la que le tocara el tres se suicidaría. Llama la atención que Flavio se salvo por dos veces del recuento mortal pues se había colocado en el número 16, y si contamos las dos únicas personas que se salvan de morir en ese truculento juego son las que están colocadas en ese número y en el 31. Así que después de todos estos suicidios solo quedaron Flavio y otro compatriota quienes finalmente decidieron entregarse al general Vespasiano. El amigo de Flavio no tuvo tanta suerte y enseguida lo mataron pero cuando iban hacer lo mismo con él se arrodilló ante el general y le predijo que en un futuro se convertiría en emperador. Y como al general le hizo tanta gracia este vaticinio decidió encerrarlo en vez de acabar con su vida. Pasó el tiempo y en el 69 volvió a ser liberado por el nuevo emperador: Tito Flavio Vespasiano.