sábado, 4 de febrero de 2017

BREVE HISTORIA DEL GÓTICO - Carlos Javier Taranilla de la Varga



Un amigo me preguntaba por qué no construíamos ahora catedrales como las góticas famosas y le dije: Los hombres de aquellos tiempos tenían convicciones; nosotros, los modernos, no tenemos más que opiniones, y para elevar una catedral gótica se necesita algo más que una opinión (Heinrich Heine)

Al periodo comprendido entre la caída del Imperio Romano (hacia el 476 d. C) y finales del siglo XV, los historiadores lo llaman Edad Media. Un periodo flotante, de cuña, entre las maravillas de la antigüedad, y el florecer del Renacimiento. De forma despectiva, debido sobre todo a los escritores renacentistas, se nos ha presentado el Medievo como una época oscura, tenebrosa, en donde las gentes estaban sometidas al tirano de turno, y donde la tecnología y la ciencia habían quedado paralizadas. Solo la tímida luz de un scriptorium parece que iluminaba de manera triste la cultura de aquel momento. En definitiva, una visión caótica que incluso ha llegado hasta nuestros días. Un ejemplo un tanto naif, ¿no se han dado cuenta que hasta en nuestros cines cada vez que aparece una película sobre la Edad Media el cielo está siempre gris, y el suelo lleno de barro, mientras que en las de Grecia y Roma aparece siempre un tiempo esplendido coronado por un sol espectacular y un suelo debidamente pavimentado? En fin, esta es la idea que se tiene del Medievo: fuego y espada por doquier. Y no niego que tras caer Roma se produjera durante cierto tiempo una involución técnica, social y productiva en el continente europeo, pero en verdad con el paso de los años el mundo fue poco a poco despertando y evolucionando tanto artísticamente como socialmente dando una eclosión total allá por el siglo XII. Un salto hacia delante que todavía hoy sigue llamando la atención y que el escritor Carlos Javier Taranilla de la Varga ha querido describirnos en su libro Breve Historia del Gotico, editado por Nowtilus.


Allá por el siglo que mencionamos, el XII de nuestra era, Europa parece que poco a poco se descongela del estatismo de la Alta Edad Media, y la vida comienza a fluctuar de nuevo. Las arterias de comunicación se reactivan y esto provoca que las ciudades vuelvan a cobrar importancia. Se produce una expansión urbana y en este nuevo mundo una nueva clase social nace en los burgos con lo que el comercio, por ende, no solo ha de satisfacer las necesidades de los ciudadanos sino que ha de transmitirse a otros lugares a través de las rutas comerciales. Un bullicio que se creía perdido aparece. La sociedad recupera la esperanza de vivir y cierto optimismo se asienta en el ambiente afectando no solo al resurgimiento de las urbes sino también a su arquitectura y religiosidad. Desde el siglo XII y XIII la reforma cisterciense trae aparejado un nuevo estilo arquitectónico un tanto diferente al mostrado en el románico. El sentido religioso se hace más expansivo y busca lugares de luz los cuales no encajan en el anterior arte. El gótico (o arte de los godos por venir sobre todo del Norte) hace su entrada y el arco de medio punto del románico es sustituido por el arco apuntado. Y la bóveda de medio cañón deja paso a la bóveda de ojivas. Todo ha de ser más estilizado, más puro y menos mole pétrea. Los prebostes y los obispos de las ciudades buscan aprovechar sus ingentes riquezas y crear unas catedrales tan espectaculares y afiladas que casi toquen con sus dedos a Dios allá en el cielo. Por ello las catedrales son a partir de ese momento no solo lugares de oración, sino también ornamento de los burgos que compiten entre sí por tener la obra más espectacular. Un motivo de orgullo para la ciudadanía.

Es un arte en el que no tiene cabida la oscuridad y en el recogimiento no sea interior sino exterior. Buscar a Dios en la luz, en la pureza y no en los rincones en los que se daba la impresión de estar escondiéndose de lo divino. Es por ello que se sustituyen las finas ventanas románicas y se construyen en los muros (que ahora son más delgados y son sustentados por resistentes contrafuertes) grandes ventanales y rosetones que permiten que la luz entre a raudales e ilumine a los feligreses y a la magnificencia de las estiradas columnas que como ramas de árbol se elevan al cielo. Todo es diferente, hasta las estatuas muestran a veces cuerpos más humanos, sonrisas más beatificas y expresiones más cercanas al feligrés. Como diciendo que Dios ya no es temor e ira, sino amor y comprensión. E insisto, todo es distinto y por ello, gracias al comercio y a los dirigentes de la ciudad, estas iglesias se abren a todo el mundo y se hacen más grandes: se amplían las cabeceras, las sillerías de coro, los techos… Es un arte que se expande tanto en vertical como horizontal.

Pero aunque se trate de un libro de arte, en este caso el gótico, el autor ha sabido trufarlo de un ambiente histórico de lo más interesante. No nos encontramos con un manual artístico con cientos de datos que puedan echar atrás al lector, sino con un ensayo histórico sobre la época que hará las delicias de los apasionados, o iniciados, al mundo medieval. En esta obra el arte gótico es el corazón del corpus, y a través de su bombeo de información podemos llegar al marco histórico en el que se desarrolló. Observamos como con la nueva mentalidad de la época se produce un nuevo nacimiento de los burgos, cómo evoluciona la sociedad y como las rutas comerciales se reactivan para llevar a todos los lugares del continente no solo comercio sino también cultura. Además, como el gótico se extiende desde el centro de Europa (Francia, Alemania…) hacia otros lugares periféricos, como España, podemos observar cómo era ese mundo en donde el valor de un guerrero que iba camino de las Cruzadas se juntaba en plena lid con los bellos cantos de un trovador. Las crisis y las batallas también tienen cabida aquí y aprendemos como a pesar de ser un nuevo despertar también los Cuatro Jinetes asolaron a la gente por medio de guerras, como la de los Cien Años; eternas disputas eclesiásticas como el gran Cisma de Occidente; o por medio de hambrunas y enfermedades en tiempos de la Peste Negra.

Breve Historia del Gótico es una obra que nos enseña un universo de luz artística en una tierra donde a veces lo divino deja el campo libre a la muerte y la destrucción. Un arte que no solo influenció en las nuevas catedrales sino que también dejó su sello en palacios, castillos, casas, y en las pinturas más finas de Flandes. Así pues no dejen de asomarse a este libro pues se sorprenderán de lo dinámica que era aquella Europa que soñó con tocar el cielo con la punta de una pétrea cruz.