miércoles, 24 de septiembre de 2014

LUCHA DE EGOS



Desde que los electores del Sacro Imperio Germánico habían elegido a Carlos I de España como Emperador en 1520, las hostilidades con su eterno rival, el rey Francisco I de Francia, habían crecido, llegando el clímax de esta disputa a la batalla de Pavía (1525) donde franceses y españoles lucharon bravamente, alzándose estos últimos con una gran victoria. Allí un soldado vasco llamado Juan de Urbieta tomó prisionero al rey galo que inmediatamente fue llevado a España, en concreto a Madrid,  para que firmara un tratado de paz beneficioso al bando imperial. Según cuenta la leyenda, durante todo el cautiverio, el ya emperador Carlos V estuvo obsesionado con una idea: que el monarca francés se arrodillara ante él y le pidiera clemencia por sus actos. Pero Francisco I era una persona muy orgullosa y continuamente se negaba a mostrar cualquier atisbo de sumisión. Es por ello que Carlos V pensó en una estratagema para que su contrario doblara por fin las rodillas. Hizo colocar en el dintel de una sala de palacio un tablón que obligara al rey francés a inclinarse cuando entrara por la puerta. Cuando la obra estuvo concluida mandó poner cerca de la puerta un trono en el que se sentó, y acto seguido, dando grandes voces, comenzó a llamar a su homónimo real. Cuando Francisco se acercó a la puerta rápidamente se percató del truco, por lo que antes de entrar se agachó, dio la vuelta y comenzó a entrar hacia atrás enseñándole el trasero a Carlos V. 
Punto a favor del rey francés.