lunes, 30 de diciembre de 2013

TODAVÍA NO ERA SU HORA



¿Sabías que Santa Teresa de Jesús era cataléptica? Pues sí, por lo menos una vez en su vida lo fue. Era un 15 de Agosto de 1540, y Teresa, que en esos momentos tenía 25, se encontraba muy mal de salud. Estaba muy débil y le dolía el pecho al respirar. De pronto se mareó y cayó redonda delante de todo el mundo. Las monjas del Monasterio de la Encarnación de Ávila para cerciorarse que había muerto derritieron cera caliente en los parpados y le pasaron una vela por debajo de la nariz. Pero la llama no se movió. Las monjas estuvieron tres días rezando delante de su féretro, y al cuarto, mientras se estaba celebrando la misa de difuntos su padre no pudo reprimirse más abalanzándose hacia el cadáver para abrazarlo. Pero cuando lo tenía entre sus brazos éste sintió el calor del cuerpo de su hija y rápidamente exclamó:

¡Esta hija no está para enterrar!

Acto seguido Teresa abrió los ojos y ante el asombro general se levantó de su ataúd.