miércoles, 26 de junio de 2013

LA REBELIÓN DE LAS MANTILLAS



No hay peor cosa que estar en su sitio y darse cuenta de que no eres querido allí. Pues eso mismo es lo que debieron de sentir todos los días el rey Amadeo de Saboya y su esposa la reina Maria Victoria. Desde el primer día que pusieron los pies en España no pararon de sufrir afrentas y menosprecios por parte del pueblo, los grupos políticos del momento y sobre todo de la aristocracia que ansiaban el retorno de los Borbones. Una de aquellas humillaciones que sufrieron los reyes se llamó La Rebelión de las Mantillas y trató principalmente de una serie de manifestaciones pacíficas durante tres días (20-22 de Marzo de 1871) protagonizadas sobre todo por las mujeres de la aristocracia que se pasearon delante de la reina llevando mantillas como símbolo de españolismo y para demostrar su apoyo a la Casa Borbón. La líder de estas mujeres fue la princesa Sofía Troubetzkoy, esposa del duque de Sesto, la cual quería aislar socialmente a los monarcas y para ello llevó a cabo el siguiente plan: el día 19 se reunió delante del Palacio de los Alcañices, es decir delante de la residencia real, y se dedicó todo el día a contactar con sus amistades proponiéndolas que se reunieran al día siguiente delante de Palacio llevando mantillas con la idea de humillar a la reina. Iba de grupo en grupo y les iba diciendo «Mañana espero verla en el paseo con mantilla» o «Ruego le diga a su señora que en adelante iremos siempre de mantilla» A pie o en coche daba igual lo importante es que acudieran a chafarle el paseo que normalmente daba Maria Victoria por el Paseo del Prado.

El día 20, aquellas aristócratas se habían preparado el disfraz a conciencia e incluso algunas llevaron una flor de lis, símbolo borbónico, puesto encima de la mantilla. Pero aquella primera jornada hizo mal tiempo y solo se pasearon unas pocas vestidas de tal guisa. Aun así, los rumores de aquella calaverada corrieron como la pólvora por Madrid, y los dos días siguientes hubo una auténtica avalancha de mujeres que querían demostrar su españolidad en la cara de la reina. Es curioso pero ésta no se entero en un principio de que iba el asunto así que inocentemente pensó que aquella era una costumbre entre las españolas y al tercer día le dijo a su marido: Mañana vendré yo también con mantilla… Pero cuando se enteró del verdadero motivo de aquella moda ella también dejó de usar la famosa prenda y no acudió al paseo.

Pero lo que en un principio ignoraba la reina si era sabido por las autoridades así que para acabar con estos disturbios decidieron contratar a un grupo de prostitutas a las que vistieron con mantillas blancas y altas peinetas para ridiculizar a las participantes en aquella absurda rebelión, las cuales iban acompañadas de un chulo vestido con sombrero y alargados bigotes y patillas que representaba al Duque de Sesto. De esta manera termino la tan cacareada Rebelión de las Mantillas.