jueves, 21 de febrero de 2013

LA DAMA DEL TIZÓN

En tiempos del rey que unos llamaban Pedro el Justiciero, y otros Pedro el Cruel, vivía en la ciudad de Sevilla una mujer llamada María Coronel la cual era famosa en toda España por poseer una belleza sin igual. Tanta era su fama que el rey se prendó de ella y quiso gozarla aunque ésta estuviera casada. Por ello mandó a su esposo a lejanas tierras, a una embajada para de esta manera tener el camino despejado a la alcoba de Maria. Dándose cuenta de la situación la abnegada esposa puso mil y un pretextos para no recibir al fogoso rey, pero no pudo resistir por más tiempo y viendo que esa noche iba a ser mancillada fue a la cocina y delante de las sirvientas agarró una olla de aceite hirviendo y se la echó por encima abrasándose la cara y el pecho quedando totalmente desfigurada.

Cuando Don Pedro subió a la alcoba se encontró a María que estaba vestida y tenía el rostro tapado por un pañuelo negro. Antes de que él la acosara se quitó el velo y enseñándole la faz descompuesta le dijo:

Ved, Señor, que soy leprosa

Rápidamente el rey “volvió el rostro escupiendo” y salió asustado ante semejante horror.

Existe una segunda variante de esta historia que es la que más se acerca al apelativo de la dama del tizón. En esta parte no interviene el rey pero es la más cruenta, pues se nos dice que cuando el marido se doña María se había ido a la corte, pasado algo de tiempo la dama empezó a tener apetitos sexuales que la carcomían por dentro, teniendo necesidad de buscar urgentemente un hombre con los que apagar su fuego. Pero como era mujer virtuosa no podía consentir ella misma en cometer pecado por lo que tomó un hierro al rojo vivo y se lo introdujo por allí donde le quemaba el doblado ardor… Unos dicen que sufrió dolorosas heridas mientras que otros opinan que murió de ellas habiendo ganado la vitola de honesta esposa.

Pero además existe una tercera historia. Se dice que María siendo acosada por el rey y no pudiendo pararle los pies se refugió en el Convento de Santa Inés en Sevilla (donde todavía se conserva su momia incorrupta) y solicitó a la madre superiora que la ocultara. Así que la enterraron superficialmente en el huerto del convento con lo que el rey don Pedro no pudo hallarla. La leyenda nos dice también que mientras estaba enterrada creció en la tierra removida un buen número de perejil. Actualmente las monjas de Santa Inés todavía venden ese aderezo, famoso en toda Sevilla.

En 1547 se descubrió el sepulcro de doña María Coronel y lo que más llama la atención es que la momia se encuentra en perfecto estado de conservación, teniendo a la vista las marcas de la cara, lo que lleva a pensar a muchos que a lo mejor la historia de la olla de aceite hirviendo pueda ser real.