lunes, 11 de febrero de 2013

ALTIUS, FORTIUS Y DESCRIMINATORIUS

 Es curioso pensar que mientras en la sociedad de Esparta, siempre tachada de intolerante, las mujeres se podían entrenar y competir para fortalecer el cuerpo, en la misma Atenas, considerada como cuna de la libertad y la democracia, el papel de la mujer libre era inferior, reservando únicamente sus funciones para el gineceo o las labores del hogar. Esta contradicción era típica de la mente griega, unas veces tan inteligente y otras tan moralista y obtusa. Este dislate también se producía en uno de los eventos deportivos más importantes de la historia: Las Olimpiadas.

La presencia de las mujeres estaba vetada, llegándose a prohibir, bajo pena de muerte, que se acercaran a los mismos eventos. Aun así existían algunas excepciones, pues no estaba penado que participaran “indirectamente”. Esto se daba sobre todo en las pruebas hípicas en que no había ningún problema en que el propietario del caballo fuera una mujer. La mayoría de las veces eran damas adineradas que podían permitirse tener toda una cuadra de los mejores equinos de Grecia. En estas pruebas no se premiaba al auriga o jinete sino al propietario de los caballos. Incluso se repartían el premio entre ellos. Se sabe el nombre de la primera mujer que alcanzó la victoria en esta prueba, Cynisca. Actualmente todavía queda en pie una estatua en Olimpia en honor a ella.

En cambio hubo mujeres que se rebelaron contra esta injusticia y desafiaron las leyes establecidas en los Juegos Olímpicos. Para ejemplificar este hecho Pausanías (Siglo II a.C) nos habla de la historia de Kallipateira. Era hija de un campeón de pugilismo, además de pertenecer a una familia en el que todos los miembros varones habían destacado en este deporte. Al llegar una Olimpiada decidió disfrazarse de hombre y hacerse pasar como entrenador de su hijo, para animarle y darle consejos durante las pruebas. Pero fue detenida y sometida a juicio. En consideración a su familia no fue ejecutada, pero por si acaso, el erudito griego nos dice que “redactaron una ley por la que, en el futuro, los entrenadores debían desnudarse antes de acceder a las competiciones”.

Sabemos también que en Olimpia sí existía una prueba deportiva femenina. Se trataba de una carrera pedestre en honor de Hera y se realizaba, para el recato de la época, con túnica corta, a diferencia de los hombres que participaban desnudos en los Juegos. Seguramente se preguntarán ¿pero no habíamos quedado en que las mujeres no podían asistir a los eventos deportivos? Me explico, la diferencia estriba en que estos juegos en honor de la esposa de Zeus se realizaban en otra época del año distinta a la de las Olimpiadas.

Es triste saber que una mujer no consiguió una medalla de oro hasta los segundos Juegos Olímpicos Modernos realizados en Paris en 1900, y eso a pesar de las reticencias que tenia el Barón de Coubertain que pensaba que las mujeres no servían para el deporte y solamente distraían a los hombres.