miércoles, 12 de diciembre de 2012

LA GACELA DESCALZA

Bikila hizo que nosotros, los africanos, pensáramos: “Mira, él es uno de nosotros, si él puede hacerlo, nosotros podemos hacer lo mismo” (Haile Gebreselassie)

No solo en los campos de batalla se consigue la gloria. También en la dura grava o el polvoriento camino un hombre puede llegar a rozar la inmortalidad. Esto le pasó a un ser pequeño y delgado, venido de un lugar donde el sol no da tregua: Etiopia. Su nombre era Abebe Bikila y gracias a su tesón y esfuerzo titánico se ha convertido en un héroe no solo en África sino en todo un ejemplo de pundonor en todo el mundo. Esta es su historia.

Abebe Bikila nació en 1932 y desde muy pequeñito supo lo que era el trabajo duro. Era hijo de un humilde pastor de cabras y aunque quería mucho a su familia, su baja pero honrosa condición de cuidador de animales le llevó a tener varias taras en su crecimiento, no sabiendo, por ejemplo, leer hasta los 14 años. Como muchos otros jóvenes de su tiempo tuvo que buscarse la vida desde lo más bajo, por lo que aceptó entrar en la Guardia Imperial de Haile Selassie para ganar un jornal más elevado. Es aquí donde empezó a fraguarse su leyenda como deportista de alto nivel. Aunque hacía ejercicio diario debido a su condición de guardián real nunca había pensado en convertirse en profesional hasta que un día vio a unas personas corriendo por un camino de tierra llevando la palabra Etiopia escrita en la camiseta. Con curiosidad se acercó a ellos y les preguntó el motivo de sus carreras. Le dijeron que eran del equipo nacional de atletismo de Etiopia y se estaban preparando para las Olimpiadas de Roma de ese año, 1960. A partir de ahí Abebe supo donde estaba su futuro. Gracias a su tesón y perseverancia consiguió entrar en el equipo nacional pero a pesar de sus dotes naturales no fue seleccionado para ir a las Olimpiadas. Todo su mundo se vino abajo pero a veces la fortuna es caprichosa y voluble favoreciendo en multitud de veces a sus preferidos, pues días antes de que la legación etiope fuera a Italia uno de los corredores se lesionara jugando al futbol. Tan rápidamente llamaron a Bikila que incluso el avión que tenía que partir del aeropuerto destino Roma tuvo que esperarle en el último momento.


El día de la maratón fue una jornada calurosa por lo que se tuvo que trasladar el comienzo de la carrera justamente cuando el sol estaba a punto de caer en el horizonte. Los últimos rayos del astro rey casi no rielaban en el Arco de Constantino cuando dio comienzo la maratón. El favorito de aquella carrera era el marroquí Rhadí Ben Abdesselam y todas las apuestas le daban como claro ganador. Pronto los corredores comenzaron a disgregarse en pequeños grupos evidenciando la clara ventaja del atleta alahuí. Rhadi se veía como ganador... pero hubo algo con lo que no contaba pues a pocos kilómetros de andadura se le unió a él un hombre pequeño y delgado que se colocó a su lado. Aunque era una sorpresa para el corredor marroquí nada se salía del guión de una maratón pues a veces aparece algún atleta que intenta disputarle la corona al favorito de la carrera. Aun así lo que es normal entre los deportista no lo es siempre entre el público pues la gente que aplaudía a los deportistas a los lados de la carretera vieron con asombro como aquél corredor etiope ¡no llevaba zapatillas! ¡corría descalzo! Existe un tópico que dice que Abebe Bikila siempre corría descalzo, pero es falso. Antes de comenzar la maratón se probó unas zapatillas Adidas pero le molestaban y como no encontraba otro par de ellas decidió correr descalzo como muchas veces lo había hecho en su tierra natal. Aquello no fue una tara para él pues se colocó al lado del marroquí sin abandonarle durante 20 kilómetros, codo con codo en pos de la victoria. Como curiosidad indicarles que a lo largo del trayecto Abebe Bikila pasó por varios lugares emblemáticos de la Roma Imperial, pero el más importante para él fue correr al lado del Obelisco de Axum que le fue sustraído a los etíopes en 1937 durante la Segunda Guerra Italó Abisinia.


Cuando quedaban solamente 500 metros para llegar a la meta, Abebe se distanció de su competidor entrando en la historia a través, de nuevo, del Arco de Constantino. Aquel joven pastor de cabras no solo había ganado la primera medalla de oro de un africano en la historia demostrando así el potencial atlético de su tierra sino que también había pulverizado la plusmarca mundial en 2 horas, 15 minutos, 16 segundos. Cuando le preguntaron por qué motivo había corrido descalzo un alborozado Abebe les respondió con entereza:


Quería que el mundo supiera que mi país, Etiopía, ha ganado siempre con determinación y heroísmo.

Aun así, aunque la victoria fue toda una proeza tuvo un sabor amargo para él ya que en la misma carrera corrió su hermano Albalonga Bikila que falleció posteriormente sin reconocimiento alguno.

La carrera de Abebe prosiguió participando con éxito en otras Olimpiadas posteriores. En la de Tokio de 1964, ya corrió con zapatillas, y aunque estaba algo debilitado debido a una operación de apendicitis anterior a la cita olímpica volvió a superar su propia marca bajando el record mundial en 2 horas, 12 minutos y 11 segundos. Otra medalla de oro para el continente africano.

Estaba en la cumbre de su carrera. Era un ídolo en su país. Pero a partir de aquí su estrella comenzó a declinar. En los Juegos Olímpicos de México de 1968, debido a la altitud, tuvo que abandonar la maratón cuando solamente había corrido 17 kilómetros. Un año después cuando circulaba cerca de Adis Abeba intentó evitar una manifestación estudiantil con la mala suerte que su coche se estrelló quedándose paralítico desde el abdomen hasta las piernas. El destino le había arrebatado sus míticas alas. Antes de morir dijo a la prensa y a sus más íntimos allegados las siguientes palabras:

Los hombres de éxito conocen la tragedia. Fue la voluntad de Dios que ganase los Juegos Olímpicos, y la voluntad de Dios que tuviera mi accidente. Acepto esas victorias y acepto esta tragedia. Tengo que aceptar ambas circunstancias como hechos de la vida y vivir feliz.

Abebe Bikila murió el 23 de Octubre de 1973 debido a una hemorragia cerebral producida por el aparatoso accidente que tuve años antes. Más de 65. 000 personas despidieron al héroe africano que consiguió su primera medalla al paso de unos pies descalzos aupando el deporte de su continente a límites insospechados. Como reconocimiento para la posteridad el estadio de Adis Abeba fue renombrado en su honor. Aquel hijo de pastor de cabras había entrado en el Olimpo de la Historia.



- ¿Qué son tus piernas?
- Muelles, muelles de acero
- ¿Y qué van a hacer?
- Llevarme a toda velocidad.
-¿A qué velocidad puedes correr?
- A la de un leopardo.
-¿Y a qué velocidad vas a correr?
- A la de un leopardo.
- Pues veamos cómo lo haces.”

Gallipoli, Peter Weir (1981)