lunes, 18 de junio de 2012

LA INVASIÓN DE LAS SUECAS, de Gabriel Cardona y Juan Carlos Losada


Spain is diferent

Reconozco que mis gustos cinematográficos son un poco raros. Que no gustan a mucha gente y que en algunos momentos pueden parecer casposos y antiguos. Pero es que algunas veces esas películas tan “carcas” y pasadas de modas, debajo de esa patina de chabacanería esconden un tema que en el momento fue candente y trascendente para la sociedad. Ahora me viene perfectamente a la memoria una para el libro que quiero ilustrarles. La película en cuestión se llama Manolo La Nuit, con un soberbio Alfredo Landa haciendo de Latín Lover, peludo y pegajoso como solo él ha sabido interpretarlo. Al comienzo del filme aparece, pecho palomo por delante, caminando en una candente playa rodeado de igualmente candentes rubias rifándoselo para futuras juergas estivales. El asunto puede parecer de risa pero refleja uno de los hechos más trascendentales que se han dado en nuestra historia contemporánea: el paso de una sociedad autárquica de postguerra a una sociedad más abierta gracias a la entrada del turismo y las cientos de divisas que éstas han dejado a lo largo de estos años al país del sol, la paella y los toros, olé. Por ello, el libro del que les quiero hablar en esta humilde reseña me viene como anillo al dedo, pues detrás de tan gracioso título se entrevé una lectura apasionante.

La obra, prosigo, que les digo es La invasión de las suecas, escrita a la limón por Gabriel Cardona y Juan Carlos Losada y narra como un país sumergido en la más pura miseria tanto económica como política debido a las consecuencias de la anterior guerra fraticida estaba a punto de caramelo del colapso y la ruina, abocado al desastre en todos los frentes, hasta que unas melenas rubias, unas piernas esculturales y pechos poderosos y unas personas ávidas de curiosidad salvaron a Franco y su régimen en el momento más delicado del país. Les hablo de los turistas y como estos hicieron más por levantar el país que cientos de generales y soldados altivos en pleno frente de batalla. Los autores centran el libro entre dos años cruciales para nuestra historia 1957 y 1962. El mundo empieza a resquebrajarse en dos bloques enemistados detrás de un pesado telón y Occidente necesita tener un portaviones en plena Europa, que les sirva como punta de lanza para un posible ataque hacia el Este y escudo ante una no probable retirada. Franco, si antes había sido un resto del fascismo en decadencia, por arte de birle birloque se convierte en un centinela frente al comunismo en alza, transformándolo aquí en un elemento más de casa: centinela del cristianismo frente a las hordas bolcheviques. Pero mientras fuera de nuestras fronteras el panorama parece que quiere escampar, dentro es todo lo contrario: las divisas están a cero, la economía es un desastre, y los ministerios ocupados todavía por manos falangistas son una calamidad dentro del sueño autárquico. La bancarrota es inminente. Solo un milagro puede salvar a la sacrosanta patria. Y he aquí que éste llega bajo el nombre de un secretario de Carrero Blanco: Laureano López-Rodó. Gracias a sus consejos (y los del Opus Dei, no nos olvidemos) aquellos ministerios empiezan a ser tomados por especialistas en los campos de que tratan, barriendo de sus escaños a los estupefactos camisas viejas que no comprenden que la veleta ya ha cambiado de vientos. Se crea un nuevo ministerio, que será la perla de todos ellos y que traerá no solo millones de pesetas a nuestra patria sino también miles de extranjeros que podrán disfrutar de nuestro sol y nuestra alegría. Es el Ministerio de Información y Turismo (1951) dirigido en un principio por Arias Salgado, que le dará nuevo lustre al lema Spain is beautiful.



Éste es el escenario general que nos presenta este libro. España empieza a abandonar el arado por el ladrillo, y ya no mira a las alturas buscando la salvación del cielo eterno, sino que alza sus ojos para ver las enormes torres que se hincan frente a las playas de nuestro mar. Como si el dique se hubiera roto, y las conciencias hubieran cambiado (a golpe de billetes, claro) miles de turistas empiezan a abarrotar nuestras costas y nuestras ciudades más señeras. Los dos autores a base de pequeños capítulos nos presentan por un lado como iba cambiando la Península al paso de los bikinis y la modernidad, tanto en su faceta social como religiosa, y como se iba transformando el régimen con este nuevo soplo de modernidad. Ya no es el tiempo de consignas patrióticas sino de los modernos proyectos de los tecnócratas, como por ejemplo el Plan de Estabilización de 1959. Los turistas ya no son tomados por la sociedad española como espías o radicales venidos de otros planetas. Ahora la guardia civil mira hacia otro lado mientras los primeros mini bañadores comienzan a inundar las playas, motivando la entrada de nuevas ideas y nuevas formas de vida desconocidas por los españoles.

Éstos empiezan a transformarse rápidamente y cientos de jóvenes enfilan rumbo a las zonas exteriores del país buscando trabajo y también intimar con las jóvenes guapas venidas allende los mares. De este modo se crea el mito del macho hispanicus y el de la fácil extranjera que busca ávidamente aventuras veraniegas. Gabriel Cardona y Juan Carlos Losada abordan este tema de forma desenfadada ofreciéndonos cientos de anécdotas y curiosidades que se produjeron en aquellas fechas tan trascendentales para el país. Los jóvenes españoles ante tanto ayuno eclesiástico y tan frecuente represión sexual comienzan a experimentar nuevas sensaciones ante muchachas tan robustas, tan alegres y tan desinhibidas que producen el efecto mágico de despertar las conciencias de unos oriundos tan sumergidos en ideas reaccionarias que parecía imposible que despertaran de ellas. La noción de mundo comienza a cambiar para los españoles, mientras, por contrapartida, una buena cantidad de beatas a ultranza claman a los cielos buscando el rayo fatídico que destruya a tanta sueca y tanta falta de respeto.


Pero… ¿por qué suecas y no francesas, inglesas, o americanas? A este tema tan curioso también responden los autores en este magnifico libro. A modo de anécdota y casi terminando esta pequeña reseña, pues no quiero quedarles con la miel en los labios, les diré que para los españoles la procedencia de esas esculturales rubias sean de donde sean, son el anverso de nuestra cultura. Incluso si miramos a nuestro alrededor nos daremos cuenta que la media de las fisonomías antropológicas de una española media es morena y de mediana estatura. Aunque últimamente este cliché ya ha cambiado en aquella época era norma general, y claro, ver a una mujer de casi dos metros, rubia, fuerte y con unas piernas que no tenían fin, eran síntomas de venir de muy lejos de la tierra de uno. Además en aquella época triunfaba un cómic que todavía impacta ahora mismo, llegándose hacer poco incluso una película, Thor. Y ¿Quién era la novia del dios nórdico? pues nada más ni nada menos que la valquiria Sigrid, que a través de las viñetas enseñaba tímidamente carne bajo sus transparencias. Fuerte y poderosa a imagen y semejanza de la mayoría de las turistas que hollaban con sus bonitos pies nuestras playas. Lo desconocido por tanto para el hispánico era el misterioso norte, aunque estos turistas vikingos fueran los minoritarios en ser bendecidos por nuestro sol.

El libro que les presento y que ahora mismo tengo entre manos es una obra que despide un mensaje de cambio. España comienza a transformarse en todos los aspectos, y esta nueva metamorfosis es la que nos enseñan estos dos autores en este libro tan desenfadado titulado La invasión de las suecas. Mediante un estilo claro, directo, cómico y desenfadado nos muestra los años claves en que España comienza a abrirse al turismo internacional. A partir de aquí nada será igual. La tele, la vespa, el biscúter, y los numerosos inventos, junto con las nuevas formas de pensar traídos por los turistas desde las fronteras de nuestro país, irán minando poco a poco las bases del régimen franquista haciendo que los españoles comiencen poco a poco a respirar nuevos aires. Un libro muy interesante y lucido es el que les dejo aquí. Estoy seguro que hará las delicias de los lectores y que en más de un momento dejaran caer una mirada de sorpresa y una sonrisa de complicidad al ver como Manolos hubo muchos y que sus ocurrencias fueran increíbles y divertidas en lugares como Marbella o Benidorm. ¿Verdad, Sigrid?