lunes, 28 de noviembre de 2011

MURIÓ LA SONRISA

Por: José Antonio

Durante muchos años la imagen de la Iglesia Católica en el mundo fue la de Karol Wojtyla, un papa ultraconservador que, como dijo un cardenal de la Curia, llenaba estadios y vaciaba iglesias. Sin embargo, hubo un antecesor que en la historia de la Iglesia apenas se le menciona: Albino Luciani, más conocido como Juan Pablo I. Tal vez su ausencia de la historia eclesiástica se deba al corto periodo de tiempo que sostuvo el báculo de Pedro: un mes; tal vez sea porque fue un incordio para la Curia ultraconservadora, como lo fue en su tiempo Juan XXIII. Juan Pablo I murió en extrañas circunstancias un mes después de calzarse las sandalias del pescador. ¿Fue muerte natural, como asegura la Iglesia? ¿Fue asesinado? Estas son las incógnitas que rodean a su muerte y flotan sobre la conciencia de la Curia.

El Vaticano afirma que Juan Pablo I murió de muerte natural provocada por un infarto en su cama. Sin embargo, no se hizo autopsia alguna porque, según la versión oficial vaticana, la familia se opuso. No obstante no fue así. El cuerpo del pontífice fue encontrado por una de las religiosas que cuidaban de él y no por el sacerdote irlandés John Magee (por cierto, éste fue elevado al obispado por Juan Pablo II) y no fue en la cama, sino en su escritorio.
Juan Pablo I pretendía ahondar en la crisis de la Iglesia y, tal y como hiciera Juan XXIII, realizar las reformas necesarias para adecuar la Institución a los nuevos tiempos y al correr de la sociedad. Es decir, acercar de nuevo la Iglesia al pueblo y no al contrario como pretenden los ultraconservadores.  Una de sus prioridades era la clarificación de las cuentas vaticanas. Siendo Patriarca de Venecia la Banca Vaticana vendió a la Banca Ambrosiana la Banca Catolica del Veneto sin consultarle a él como jerarca de dicha diócesis. Quien lo hizo fue el famoso cardenal Marcinkus. Este hecho hizo que el entonces cardenal Luciani se enfrentara a la Curia y a Marcinkus, ya que veía una administración de las cuentas vaticanas muy oscura. La Banca Catolica del Veneto estaba especializada en la concesión de préstamos a bajo interés a personas necesitadas. Una vez ascendido a Papa, Luciani toma cartas en el asunto y comienza a investigar, descubriendo un movimiento a tres bandas entre el Banco Ambrosiano, Michele Sindona (el banquero de la Mafia) y Marcinkus para aprovechar el amplio margen de maniobra económico del Vaticano para evadir impuestos y blanquear dinero. Juan Pablo I sufre una gran decepción. Hay que purificar el templo y echar de él a los mercaderes, dijo Luciani.

Días después Juan Pablo I muere en extrañas circunstancias. El Vaticano cerró el caso con la versión oficial comentada anteriormente. Había que quitarse al muerto de encima cuanto antes. Investigaciones posteriores han demostrado que el Papa de la Sonrisa fue asesinado. Pero…, ¿quién lo hizo?
La versión oficial afirma que Juan Pablo I estaba gravemente enfermo. No obstante, esto es totalmente falso. Su propio médico personal afirma que Luciani tenía un estado de salud excelente. Ni siquiera tenía dolores de cabeza. También se ha determinado que no murió de infarto, ya que no existió lucha con la muerte. Según la hermana Vincenza el Papa estaba sentado, con las gafas puestas y unas hojas de papel en las manos. Tenía la cabeza ladeada y en su rostro se dibujaba una sonrisa. ¿Qué tenía en las manos? Según el Vaticano tenía el Kempis, pero este volumen es demasiado grueso para sostenerlo entre los dedos. En esas hojas de papel se encontraba el plan de profundos cambios en el Vaticano que pensaba introducir y que fueron expuestos ese mismo día al Secretario de Estado, cardenal Villot. Ése fue el detonante de su muerte.

Juan Pablo I murió asesinado, envenenado por la ingestión masiva de un vasodilatador. Se trata de una medicación contraindicada para personas con la tensión baja, y Luciani tenía la tensión baja. Por eso estaba sonriendo. Si hubiera muerto de infarto, como afirma el Vaticano, su rostro estaría crispado puesto que habría ocurrido la lucha con la muerte de la que se habló anteriormente. El efecto del vasodilatador en Luciani lo que le provocó fue un profundo sueño, ningún tipo de dolor. Al Papa le fue aplicado el veneno por inyección y, según el embajador francés en el Vaticano en aquellos días, fue un mafioso llamado Brucciato acompañado de dos cardenales de la Curia, el cardenal Marcinkus y el Secretario de Estado Vaticano cardenal Villot.
Fue una muerte provocada en el momento oportuno. Los folios que sostenía en la mano Luciani contenían el nuevo organigrama de la Curia y de la Iglesia italiana: dimisión de Villot y de monseñor Colombo, obispo de Milán. En la conversación con Villot, éste le dijo al Papa: Usted es libre de decidir y yo obedeceré, pero sepa que estos cambios supondrían una traición a la memoria de Pablo VI. Luciani respondió que ningún Papa gobierna eternamente.

A Juan Pablo I lo matan porque quiere reformar la Iglesia desde arriba, darle más importancia a la mujer en la Iglesia, enfrentarse a la Mafia que campa por sus respetos entre la Curia y un largo etc. El detonante final fue el tema de la Banca Vaticana y la quiebra del banco Ambrosiano, que con su predecesor, el Papa polaco, se produjo. La diferencia fue que Juan Pablo II echó a algunos de esos mercaderes de los que hablaba Luciani, pero se echó en brazos de instituciones integristas, cosa que no molestaba a la Curia.
Juan Pablo I fue un Papa que no quería ser Jefe de Estado, que no quería ni escoltas ni soldados, que quería en la renovación profunda de la Iglesia para adaptarla a los nuevos tiempos y no enfrentarla al progreso. Fue un Papa para los necesitados que quería promover en el Vaticano un gran instituto de la caridad. Fue un Papa para la gente que no creía en el poder del dinero si no era para darlo a los demás. Por eso le mataron, por eso murió el Papa de la Sonrisa.