viernes, 23 de septiembre de 2011

MUCHO HOMBRE EN LA CORTE



Por: José Antonio

Nos encontramos en el Madrid del siglo XIX. Tras la muerte de Fernando VII queda su hija como heredera el trono bajo la regencia de Espartero. Sin embargo, todos los problemas de este periodo provocan que a Isabel II la asciendan al trono aún siendo menor de edad. Tenía 13 años.
Isabel mostró desde temprano ser una mujer de grandes apetitos sexuales, que gozaba de la compañía en su alcoba de hombres jóvenes o de hombres con poder. Se dice que fue el general Serrano quien inauguró la larga lista de amantes de la reina. Sin embargo, esas habladurías en una corte tan mojigata y pendiente del qué dirán herían los oídos de nobles y Grandes de España, por lo que se decidió buscarle un marido para aplacar la lívido de la reina. Sin embargo, también era un asunto peliagudo. La Reina de España no se podía casar con cualquiera, tenía que ser un pretendiente de sangre real. Las diferentes revoluciones que se produjeron en Europa en aquella época y las relaciones entre las diferentes potencias hacían que una alianza de España con cualquiera de ellas por el matrimonio de Isabel II podía provocar reacciones inesperadas por el resto, así que se decidió buscar a un príncipe de nivel bajo, un primo de Isabel que se llamaba Francisco de Asís.
El día antes de la boda Isabel II se confesó a su madre y le dijo que había cedido al matrimonio como reina, pero no como mujer. Con esto daba a entender que un solo hombre no la iba a satisfacer. Decir que la noche de bodas de Isabel II fue un fracaso puede resultar paradójico. Sin embargo el matrimonio no se consumó. En un comentario a un diplomático la reina reconoció este hecho con esa graceja que la caracterizaba: ¿Qué iba a hacer yo con un hombre que en su camisón tenía más flores bordadas que yo en el mío?
El pueblo comenzó a llamar al rey Paco Natillas, cantándose coplas en las que se ridiculizaba su falta de hombría incluso con su manera de orinar, en cuclillas como las mujeres. Y es que, al parecer, le gustaba mucho compartir lecho con muchachos recios y jóvenes. Empezaron a pasar por los distintos dormitorios reales tal cantidad de efebos para cubrir las necesidades sexuales de los monarcas que jamás se vio tanto joven hermoso en la corte de España, dijo un reputado aristócrata.
El pueblo cantaba Isabelona tan frescachona, y don Paquito tan mariquito.